lunes, 10 de enero de 2011

Roncaderas.

Existen ciertos códigos entre los pescadores realmente detestables y que claramente no colaboran a la integración del público en general a una actividad que entiendo debería ser accesible para todos. A pesar de ser conciente de que mi caña es demasiado pequeña para la pesca de costa, que compre nylon (esto es tanza, pero es de buen pescador llamarle nylon) demasiado grueso, que el reel que me prestaron parece ser un clásico sólo para entendidos y que mi sobrino de once años me dice que el problema no es el equipo sino el pescador, no soporto la mirada de los que me gustaría fueran mis colegas ante determinados problemas que me acontecen a la hora de intentar sustraer de las aguas, alguna corvina o por lo menos alguna roncadera.
Como en muchas otras actividades que me interesan apelo a la metodología de la observación para aprender los movimientos fundamentales que debe hacer  un pescador para iniciar la actividad, por lo que una vez en la playa, realizo extensas caminatas hacia las puntas rocosas donde los pescadores eligen hacer sus lances. Claramente es la zona donde hay pique por que sin mediar palabra, ellos llegan caña y balde en mano y manteniendo una distancia mínima de dos metros y máxima de tres, se instalan a un lado del pescador que ya se encuentra allí y con la mejor cara de poker o mejor dicho de pesca, comienzan a preparar el equipo. Primero cortan la carnada, que generalmente puede ser camarón, mejillón o otro pescado, esto lo pregunte en la pescadería ya que al intentar acercame a uno que otro pescador solo recibí miradas frías y caras de "si no sabe jódase", por lo que en ese caso decidí ir a la fuente. Tras colocar la carnada en el anzuelo y atarla,  dependiendo de las condiciones del mar es necesario elegir el peso de la plomada que se colocará, esto nos ayudara tanto en el alcance del lance, como a que la plomada resista los embates de la marea y se mantenga donde el pescador desea, esto último tampoco lo aprendí de los pescadores  ya que como mencione anteriormente no son personas a las cuales les guste transmitir sus conociemientos, directamente fui a la fuente y le consulte  a mi gran amigo google.  Con esto listo uno puede realizar el lance, para eso camina hasta la orilla, permitiendo que el agua alcance apenas los tobillos, mira hacia sus alrededores de manera de no enganchar el ojo de algún transeunte distraído de la actividad pesquera al cual se le ocurra pasar por detras de la caña, ya que este acto sería como traspasar la línea de fuego en un polígono de tiro y ademas entorpecería el lance, lo cual lo haría ganador por lo menos de una linda puteada. Ademas es importante que en esa mirada se realice una mirada al resto de los pescadores, que sin duda disimuladamente estarán observando el lance, ya sea para criticarlo o admirarlo en un silencio absoluto. De ahí en mas a esperar que algún pez con la subliminal intención de pasar a ser pescado se acerque hambriento a un pedazo de camarón atado a un anzuelo que lo apresara a la línea a fin de ser sustraído de su mojado mundo marino.  Varios días de minuciosa observacion de estos personajes costeros me hicieron creer que me encontraba en condiciones de al menos hacer un papel medianamente digno en mi transformacion estival a pescador de costa. Tome mi caña, mi valija con articulos de pesca, necesarios para asegurar cualquier imprevisto (una caja de anzuelos, varias plomadas, hilo, carnada, cuchillo, linterna, etc.) y a mi sobrino, un testigo que pudiera ayudar a escribir mis loas de gran pescador de la costa, donde se me mencionara como el hombre de pesca que al veranear solo comía los que conseguía sacar del mar, donde pasaba las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde en procura de alimento, tal como me habían hecho creer en mi adolscencia algunos personajes que prefiero no mencionar, ¿ por que a veces uno no dudará de lo que le dicen los adultos?. En fin, partimos hacia la costa, nos arrimamos lo mas que pudimos al último pescador de la línea costera, comenzando desde las rocas,hacía el centro de la bahía, a pesar de la mirada grosera dirigida por éste último, no logro que nos colocaramos a más de diez metro de él. Preparamos el equipo, atamos la carnada de forma de asegurarnos que no se fuera a escapar, incluso a costa de experimentar mas de una vez la aguda punta del anzuelo en las yemas de los dedos  (quizás por esto los pescadores son tipos tan jodidos). Pusimos una plomada acorde a lo que decía internet y nos dispusimos a lanzar. En este punto debimos realizar un cambio a la metodología observada, ya que como lo mencionamos anteriormente la caña con la que contamos es un metro mas pequeña que lo indicado para la pesca de costa. Esto significa que para alcanzar la distancia deseada o aproximarse lo mas posible a ella, es necesario introducirse en el mar mas alla de los tobillos y practicamente mas alla de la cintura, quizás hasta la altura del pecho, en una maniobra sumamente valerosa, manteniendo el equilibrio, aguantando el frío y por sobre todo con la mirada cuestionadora del resto de los presentes, donde claramente puede leerse " no podra". El hecho es que realmente no pude y no solo perdí el equilibrio mojandome completamente, sino que tambien provoque lo que en el lunfardo pesquero se conoce como "galleta", que no es mas que un terrible enredo del nylon, el cual puede llevar algunas horas desenredar.  Por suerte mi sobrino y en este momento silencioso testigo me ayudo a solucionar el problema, ya que  ninguno de los pescadores que nos escoltaban tanto a diestra y siniestra fue capaz de ayudar o decirnos como evitar tan bochornoso episodio, de hecho esto de la galleta se repitio un par de veces mas, solucionandolo en completa soledad junto a mi ayudante. Entendimos que la causa del problema podría ser el uso de una plomada demasiado liviana, por lo que decidimos cambiarla por una que la doblaba en peso. Esta vez no sufrimos la vergonzosa "engalletada", en cambio el sobrepeso en la plomada provoco que la línea se cortara y perdiéramos varios metros de línea junto a la plomada, el anzuelo y la carnada. El rumor del mar podía transmitir de forma casi impersceptible las burlonas sonrisas de nuestros ya casi declardos enemigos de pesca. Mi sobrino intento abandonar la actividad y volverse a la casa, en ese momento ensaye un valiente discurso acerca de como encarar las situaciones complejas de la vida, a no tirar la toalla y enfrentar con firmeza los intrincados caminos y pruebas que este mundo nos obliga a transitar y así hacer frente al egoísmo, la falta de solidaridad y la clara actitud fascista que el hóstil entorno pesquero nos estaba ofreciendo en aquella tarde de verano. Mi sobrino se fué. Abnegadamente preparé una vez mas el equipo, esta vez con la clara actitud de quien a sufrido un tropezón y se levanta con mayor fuerza de la que provocó la caída, realice un lance medianamente aceptable. Tenía la conviccion de no sacar ese anzuelo del agua sin un pescado que lo estuviera mordiendo,con las últimas luces del crepúsculo, ya con pocos pescadores en la playa y con el frío que se empezaba a sentir, clave la caña como hacen los que saben y comence a recoger la línea, Neptuno me recompensó con un especimen de roncadera de no mas de quince centímetros, pero me recompensó. Volví con aire triunfalista, desaciendo el camino hasta la casa con mi trofeo a cuestas. Esa noche cené roncadera a la plancha, sólo ya que en mi casa a nadie le gusta el pescado.

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