sábado, 9 de abril de 2011

Domingo

Amaneció de golpe. Una día más de recriminaciones. Intentaba resistir el ataque, teniendo en cuenta que no hacía mucho me había desaparecido algunos días. Días de dudas y simples ganas de estar solo, pero ya no estaba solo, hacía tiempo que no estaba solo. Así que pagaba las consecuencias de mis intenciones de desaparecer. La discusión se fue estirando, alargando y ensanchando y cada vez mas alta. Decidió irse, de golpe. Igual de cómo había amanecido. Claras consecuencias de mi desaparición de hace unos días. Todo evento, decisión u acción, tiene consecuencias y yo las estaba pagando, era claro. Cometí un error, que ella no había cometido hace unos días cuando yo decidía desaparecer. La detuve. Le pedí que no se fuera. Comenzamos a conversar, pero los ánimos no eran para una charla amena. Cuando uno pretende algo del otro y no lo recibe, se desilusiona y allí vienen las recriminaciones. Yo ya las conocía, pero igual las escuche una vez más. Volvimos a discutir. Consecuencia de lo pasado días atrás. Decidí irme, no para siempre. Solo por un rato. No me acompañó.  Fui a la feria, visite los mismos puestos, leí la contratapa de los mismos libros y nuevamente no los compre. Deambule por las mismas calles que transito todos los domingos. Sentí placer, a pesar de ser una actividad semanal. Actividad que repito cada domingo. Me gusta. De a ratos miraba el teléfono para ver si había un mensaje. Volver. Donde estas. No sé que quería encontrar. Igual no había nada. Así que escribí yo. Pero nada. Era el cumpleaños de mi hermana, así que le compre una planta y fui a almorzar con ella. En el viaje pensé mil una excusas para explicar porque iba solo, novecientas noventa y nueve muy poco creíbles y una mentira que todos reconocerían como tal. La familia no es la mejor consejera y no tenía ganas de escuchar recomendaciones, recetas o ejemplos de sus peleas conyugales. No quería que compararan o pensaran que era claro que esto iba a suceder y volvieran las recriminaciones que había escuchado en la mañana. Llegue a la casa de mi hermana que estaba cumpliendo anos, como nunca recuerdo el apartamento en el que vive, la llame desde la puerta. Ya no se sorprende, más de uno debería tener la misma actitud. Por que esperar algo que no va a suceder. Cuando bajo, pregunto por ella. Rápidamente mentí y transcurrido un segundo dije la verdad. Mi hermana es una persona muy práctica, cualidad que admiro. Cosas que pasan dijo. Le di la planta, me disculpe por no saber que obsequiarle. La planta todavía tenía el cartel con el precio, volví a disculparme. No sé bien si por haber gastado tan poco en su regalo de cumpleaños o por no haber tenido la delicadeza de prestar atención y quitar el papelito que decía el valor del regalo. De todas maneras creo que le gusto. Al menos había más plantas en su casa, por lo que presumo que no le desagradan. Subí al apartamento sin fijarme el numero, por lo que la próxima vez que la visite, quizás en su próximo cumpleaños, será necesario llamarla desde la puerta de calle. Mi cuñado estaba con mis sobrinas. Luego del saludarme pregunto por ella, mentí y un segundo después dije la verdad. No obtuve respuesta. El no es tan práctico. Llego el resto de los integrantes de mi familia y mentí. Segundos después volví a mentir y mantuve la mentira. Ya no tenía ganas de contar. Cuando uno está mal, definitivamente una reunión familiar es una mala opción para distraerse. En el caso de que eso sea lo que uno busca. Yo buscaba la solución, pero estaba lejos de encontrarla. Estuve en la casa de mi hermana, en su cumpleaños, hasta que me agote. Me fui. Decline la invitación de mi padre a llevarme a casa. Volvía y tenía que pensar una solución, no quería llegar a discutir. Llegue y ella dormía, agarre los cigarros y llame a la perra. Fui a la esquina y fume y pensé. No había ni táctica, ni estrategia. Solo quería estar tranquilo, buscarle la vuelta. Estire el cigarro, mientras la perra paseo hasta echarse a mis pies. Pasaba gente, parejas discutiendo, autos. A media cuadra se escuchaba cantos y aplausos. Iglesia de los Milagros Primitivos rezaba el cartel desde donde provenían las voces y las palmas. Cada tanto salía una persona con una sonrisa. Yo sabía que la iglesia no era mi solución, aunque si parecía la solución de los que de allí salían. Por que buscar milagros y porque milagros primitivos. Qué diferencia tenían estos con los milagros modernos. No podía ingresar en medio del canto y hacer esa pregunta. Seguramente me tentaría y eso no les iba a gustar. Pero por un instante pensé si un milagro, primitivo o moderno me serviría de ayuda. Desistí de esa idea. Prefiero tener la duda de lo que es un milagro primitivo. Termine el cigarro, decidí entrar. Por suerte seguía dormida, verdaderamente quería evitar una nueva discusión. Ella continuaba allí porque yo la había detenido en la mañana. Sabía que no quería que se fuera. Como todos supongo que tengo miedo de estar solo, al menos al principio. Pero ahora no quería que discutiéramos porque ella estuviera ahí. Mire desde la puerta del cuarto. Estaba dormida. Decidí encender la computadora y ponerme a escribir esto que no se bien que es. Un relato o simplemente lo que estaba en mi cabeza. No sentí ruidos. El sol cayó. Decidí disculparme, intentarlo una vez más. La mesa de luz estaba llena de pastillas, el frasco estaba en el piso, vacio. Muy tarde para despertar.